Neil Armstrong desciende por la escalera del Eagle. Agarrándose con la mano derecha, extiende el pie izquierdo hasta tocar el polvoriento suelo de la Luna. “Es un pequeño paso para el hombre; un gran salto para la humanidad”.
Pero no estuvo solo en su azaña. Detrás de la llegada de Armstrong y sus compañeros a la Luna se esconden las ecuaciones y cálculos matemáticos que realizó Katherine Johnson. Su magnífico trabajo no acabó ahí. También hizo posible que los astronautas del Apolo 13 regresaran sanos y salvos a la Tierra, en una misión que pasó a la historia por la famosa frase “Houston, tenemos un problema”.
Katherine Coleman Goble Johnson nació el 26 de agosto de 1918 en Virginia Occidental, en una época marcada por la segregación racial que limitaba sus oportunidades por ser mujer y afroamericana.
Sus padres consideraban muy importante la educación de sus hijos, y fue gracias a ellos que pudo demostrar su talento y pasión por las matemáticas.
Así, a los quince años ingresó a la Universidad Estatal de Virginia Occidental, conocida por ser una universidad históricamente negra. Tres años después se graduó ‘summa cum laude’ en 1937, en matemáticas y francés.
Johnson formó una familia y continuó su carrera como matemática de investigación, hasta que en 1953 le ofrecieron un puesto en la NASA para trabajar en el departamento de Guía y Navegación.
Computadoras negras
Su aporte a la NASA, junto al de otras mujeres afroestadounidenses, fue vital en el rol de ‘calculadoras’ humanas, encargadas de realizar todas las ecuaciones necesarias para el correcto funcionamiento de las aeronaves y sus trayectorias orbitales, pero nunca estaban involucradas en la totalidad de los proyectos. A su vez, ninguna mujer, por dicha condición, podía firmar ningún estudio ni investigación. Katherine Johnson fue la primera matemática en la NASA en registrar su autoría a uno de sus trabajos.
Comenzó en la sección ‘West Area Computers’, trabajando codo a codo con la matemática afroestadounidense Dorothy Vaughan. Su trayectoria profesional dio un giro en 1957, cuando la Unión Soviética lanzó el primer satélite artificial e inició una carrera espacial con Estados Unidos.
Fue entonces cuando sus funciones empezaron a ser necesarias en la Guía y Control de la División de Investigación de Vuelo de Langley, compuesta por ingenieros varones blancos que se privilegiaban de las leyes de segregación racial impuestas por el presidente Wilson.
Estas leyes obligaban a Johnson y a otras mujeres afroamericanas del grupo de computación a trabajar, comer y usar servicios separados de los de sus colegas blancos.
Su oficina estaba etiquetada como ‘Colored Computers’ (computadoras negras).
En 1961, Johnson calculó la trayectoria de la primera nave en orbitar la Tierra, dirigida por el astronauta John Glen, quien subió a bordo bajo la exigencia de que fuese Johnson quien verificara los cálculos automáticos de su trayectoria.
Poco a poco su labor se tomó en mayor consideración y logró ganarse el respeto de sus compañeros.
Reconocimiento
Johnson ha recibido innumerables premios a lo largo de su vida, aunque pasaron décadas hasta que su trabajo se reconoció públicamente. Algunos de sus veintiséis artículos publicados son de los más importantes de la NASA.
Recibió la mayor condecoración otorgada a un civil de su país, la ‘Medalla Presidencial de la Libertad de Estados Unidos’. También cuenta con otros premios como el de ‘Matemática del Año’ (1997) o el ‘Lunar Orbiter Spacecraft and Operations Group Achievement Award’ (1967).
En enero de 2017, con noventa y ocho años, logró mayor reconocimiento al estrenarse la película ‘Figuras ocultas’, basada en la novela de Margot Lee Shetterly y donde se cuenta la vida de Johnson y otras cuatro extraordinarias matemáticas de la NASA: Dorothy Vaughan, Mary Jackson, Christine Darden y Gloria Champine.
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